I.             NACIONALISMO Y NACIONALISMOS

A propósito del programa nacionalista de AMLO mencionado en II, quiero comenzar este escrito con una distinción que me parece importante hacer, si bien informalmente ya la he hecho en otras ocasiones. 

Entiendo dos acepciones para el significante nacionalismo; dos acepciones que se utilizan sin distinción en la jerga política y discurso. La primera es proveniente –y heredera– de la concepción colonialista del XIX sobre la que se funda la idea de estado-nación. Sobre esta acepción –y su significante–, vierte toda su ideología el primer capitalismo o capitalismo de la revolución industrial. Es decir, aquel capitalismo que pusiera a las naciones hegemón del período a pelear las guerras mundiales en pro de la repartición de recursos y que culminara con los fascismos alemán, yanqui y soviético (más horrores adláteres: Auschwitz, Hiroshima, el Gulag). Uno puede entender el profundo significado de dolor de este significante (“nacionalismo-fascismo”) para la sociedad europea de la posguerra por razones obvias. Es un saber histórico corriente. Es razonable la aversión que nos causa este nacionalismo.

La otra acepción es más nueva e independiente del nacionalismo europeo o relativamente independiente. Es el nacionalismo de las naciones latinoamericanas fundado en el derecho de las mismas a la preservación soberana de la administración de sus recursos en respuesta a la rapacidad de naciones extranjeras querientes también de esos recursos. De modo que, cuando en II hable del nacionalismo propugnado por el programa obradorista –y aun tibio para mis deseos–, es claro que ubico a este nacionalismo en el de la última acepción; coincidente, por cierto, con el mismo nacionalismo adoptado recientemente por las naciones de la UNASUR o con el nacionalismo que llevó a Kirchner a la nacionalización de petrolera de YPF, etcétera.

Ahora bien, toda esta situación es paradojal si tomamos en cuenta que el segundo capitalismo o capitalismo neoliberal, tiene en el término “globalización” el significante más representativo de la ideología dominante de nuestro tiempo, la idea de una globalización de las costumbres, el comercio, la cultura, etc., cuyo objetivo no declarado es la destrucción de las identidades nacionales. ¡Claro!, invocando, para su destrucción –en los signos–, al primer significante referido; aunque destruyendo –en los hechos– los nacionalismos del segundo significante.

Si bien la experiencia del nacionalismo europeo nos alerta sobre sus consecuencias nefastas (la barbarie en los gobiernos totalitarios), es necesario comprender, como he intentado hacer en el texto y en otras entradas, que el origen de los nacionalismos latinoamericanos es de otra naturaleza y, en muchos casos, de defensa ante los nacionalismos europeos y patrioterismos de naciones norteñas. Por supuesto, esto no excluye el eventual caso en que este nacionalismo pudiera desembocar en un totalitarismo indeseable; siempre está latente dicha posibilidad.

Justo, tener esto presente es parte de lo que nos pueda inocular contra su perversión.


II.           “LOS NIÑOS INCÓMODOS” (EL EMPRESARIADO, QUE ES LA MADRE EN EL POEMA DE MANUEL ACUÑA)

Al margen de que este vídeo haya sido hecho con el apoyo de Alberto Bailleres, la Universidad Anáhuac, el Consejo de la Comunicación o Fundación Televisa, la verdad es que no se necesita de gran perspicacia para detectar sus fines aviesos o, pensando indulgentemente, los estrabismos político y el pensamiento maniqueo de sus patrocinadores. Es más, uno primero lo ve y, luego, infiere su origen; y no que uno sepa su origen y, después, infiera sus fines.


Diré lo que pienso.

Pienso que este vídeo desalienta el activismo político; es el clásico mensaje proveniente de un cierto sector que supone como premisa una contradicción (al menos, para el fin que anuncia perseguir): que este mal hado que pareciera verterse sobre nuestra sociedad dependiera en forma exclusiva de la clase política o, en fin, de los dirigentes de gobierno. Pero esto no es verdad. La verdad es que esas mismas personas que difunden este tipo de mensajes de cariz y pretensión subversivos, son las mismas que a través de los medios electrónicos construyen y convalidan una realidad para el grueso poblacional a la que pomposamente llaman opinión pública (fabricar el consenso, diría Chomsky) y que se encargan de ideologizar las mentes y costumbres de los mexicanos, a fin de que estos mexicanos –nosotros– nos sometamos al tren de vida insalubre en que tales empresarios y tecnócratas tienen sumida a parte importante de la población desde que se adoptara el esquema neoliberal y saciarse ellos, zamparse el pastel solos (darle en ganga Telmex a Slim, la venta de ferrocarriles nacionales, malbaratar LyFC, semiprivatizar PEMEX, y esa lista interminable que pareciera ser mi padrenuestro).

Pero una cosa es señalar a los bandidos y otra cosa es victimizarnos. Sigo pensando que, en todo caso, los mexicanos somos responsables de nuestra tragedia nacional. Es verdad que el país está plagado de dirigentes corruptos, apátridas y entreguistas de nuestros recursos; o de hombres de negocios que disponen del control del dinero, de compadrazgos, prebendas y facilidades, de un acceso irrestricto a los medios electrónicos para la propagación de la ideología dominante que ellos encomian, y que a ellos favorece, etc. Pero esto no sería posible, si no fuera por la indolencia y el desentendimiento que el grueso de la población muestra hacia estos eventos. Para que haya una clase dominante o grupo, se precisa de una clase dominada.

Sin concederlo absolutamente, si acaso es posible aceptar que la clase dominada goce de mayores indultos para su expiación, pero no más. Es más, ha habido durante los últimos veinticinco años cuatro momentos importantes (al menos) de unidad social inaprovechados:

  • El fraude electoral de 1988.
  • El movimiento zapatista o EZLN (con todo y que hoy, para mí, ese movimiento carece de dirección).
  • El fraude electoral de 2006.
  • El Movimiento por la Paz articulado durante este sexenio en respuesta a la hecatombe calderonista.


Ahora bien, aun cuando en todo momento, un pueblo tiene el inalienable derecho –el deber, yo diría– de vindicar sus causas, la verdad es que no me parece que este vídeo tienda hacia ese fin. Claramente, es un intento por hacer desistir del voto y de la participación política a los ciudadanos. El mensaje implícito es: “los políticos son una bazofia, han hecho a esta nación a su imagen y semejanza (como si en verdad la hicieran –yo digo–), por ende y como lo muestran los hechos, el desencanto sobre la vida en la polis no es para menos”, aunque curiosamente –vuelvo a decir– terminan solicitándoles (a los candidatos), por favor, que se encarguen del futuro de nuestro país. Juro que así es. Por supuesto, en todo este show los ciudadanos no revisten el rol que supuestamente representan. No figuran. Son sólo las víctimas, los buenos (porque, además, trabajan dócilmente en su rol de asalariados: 10 horas, aunque digan 8; apostando en la Bolsa sus ahorros vías las AFORES; viviendo obedientemente en estas casitas de 60 x 60 sobre un territorio nacional del orden de los millones de kilómetros; y ya ni decir de la criatura outsider amante de la ciencia o del arte: a largarte fueras a buscar un postgrado en una escuela nice porque aquí no alcanzan los centavos para invertir en esas cosas (los tecnócratas, amantes de la tecnología, pero que no invierten ni un céntimo en ciencia o en su desarrollo)), decía, los buenos esclavizados a la maldad del político. Claro, y en medio de esta relación (me acordé del “Nocturno a Rosario”), la cara del empresario –como un Dios–, avasallando, por un lado, al asalariado con el fuete de los créditos, la ilusión de la comodidad y el prestigio, el acceso a las TIC´S como candil y, por el otro, transando con la clase política para que ésta legisle o gobierne en defensa de sus intereses versus los intereses del primero (esto es, propiamente, la globalización neoliberal).

En fin, me gustaría hacer el análisis concienzudo de escenas focalizadas en el vídeo, pero a falta de un conocimiento semiótico efectivo, desisto del intento. Aunque hay algo que sí diré sobre la escena de apertura. Ver empezar este vídeo con esa oposición entre el hombre de clase media, el oficinista asalariado y trabajador –aunque fume– y el delincuente, ese malhechor que pareciera salir de alguna crónica policíaca, es de vértigo. No comprendo un reduccionismo tal. Como si los elementos que componen a esta sociedad se hallaran en conjuntos ajenos; como si estuviera el buen asalariado, el señor de familia en un grupo y, en otro, lejos, el narco o el delincuente; cuando, decididamente, el surgimiento en extremo de la clase delincuencial en México y de los llamados cárteles de la droga, responde a esa mezcla explosiva que resulta de poner en un mismo cocktail, capitalismo neoliberal, clases dirigentes corruptas, empresariado rapaz y ciudadanía con baja participación política (y habría que añadir que la baja participación política de dicha ciudadanía responde a determinaciones históricas fáciles de rastrear, caracterizar y comprender en sus consecuencias). 

Pero aún no he terminado. Desmitifiquemos ahora, con un caso reciente, las mistificaciones de estos sujetos.

Recién tuvimos a un candidato de izquierdas que puso en peligro el statu quo de estos empresarios oligarcas. Con independencia del grado de nuestro involucramiento en la vida política y de nuestras preferencias, pienso que toda persona honesta admitirá conmigo que las elecciones de 2006 constituyeron un fraude de facto. Muchas personas seguro recuerdan el uso de la maquinaria mediática para desprestigiarlo; toda esa imbecilidad en el eslogan “López Obrador es un peligro para México”, la comparación con Hitler y, en el mejor de los casos, con Chávez (ojalá). Se hizo también campaña para desalentar la acción del voto; la creación de los partidos chicos para hurto de la población y con los sempiternos propósitos de despolitización/desideologización propios de nuestro tiempo (una Patricia Mercado con su dogma de la tolerancia o su fraseología sin propuestas, por ejemplo). Pues bueno, los patrocinadores de este spot, que con rigor patriótico y suficiencia moral hacen un llamado, hoy, a los candidatos presidenciales en las voces de niños inocentes e incómodos, resultan ser exactamente los mismos que, como Emilio Carrillo Gamboa se apresurara a escribir, tuviesen conocimiento del triunfo de Calderón, antes del término del conteo, en las Elecciones de 2006.

Me voy a permitir hacer algo que nunca me había querido permitir hacer en estos seis años de afrenta e inmoralidad (por honradez intelectual, digamos), voy a transcribir dicha carta:

Está dirigida al Consejo Mexicano de Hombres de Negocios y fechada con fecha 5 de julio de 2006.

A TODOS LOS MIEMBROS DEL CONSEJO*

Muy estimado y fino amigo:

Seguramente varios de ustedes han visto en Internet o recibido noticias de que el cómputo electoral se ha iniciado y que el PRD tiene mayor número de votos que el PAN.

A las 17:00, con el 69.01% de las casillas computadas, las cifras son 36.81%  para el Lic. López Obrador y 34.64% para el Lic. Calderón.

La razón de esto consiste –según nos ha informado el Lic. Beltrán que ustedes conocen porque nos ha hecho las encuestas para el Consejo– es que el PRD está siguiendo la estrategia de aprobar rápidamente las actas de las casillas en donde la votación le favorece y retrasar la aprobación de las casillas en las que el PAN resultó triunfador, dado que como ustedes saben, en los Comités Distritales asisten con voz pero sin voto los representantes de los partidos políticos.

Sin embargo, el Dr. Beltrán informa que el resultado final será el ya conocido, en donde el Lic. Calderón resultará con un mayor número de votos que el Lic. López Obrador, en una cifra similar a la que se ha venido difundiendo en días pasados en los medios. Todo está bajo control.

Atentamente
Secretario Ejecutivo

c. c. Gastón Azcárraga Andrade Presidente
c. c. Lic. Don Agustín Santamarina Consejero Especial

Por supuesto, esta vez están actuando en esa misma dirección, pero con más tiento. Ahora le apostarán más a ver los votos repartidos entre la apatía y hacer crecer las filas de pasotas –y menos a sus descaradas campañas propagandísticas cargadas de injurias–, antes que permitir el ascenso al poder a un gobernante con intenciones hacia una renacionalización de la economía (a fin de cuentas, lo que más temen).

Ya pasaron seis años y estamos vísperas a otra elección. Los sucesos y circunstancias, sin embargo, son radicalmente distintos en los hechos. Si bien Fox le allanó el camino a Calderón para vivir lo que estamos viviendo, ha sido en el sexenio de este hombre verdaderamente oligofrénico, cuando se han hecho efectivas todas estas corrientes neoliberales/neoconservadoras y, entonces, se ha legislado no sólo para seguir vendiendo patria a inversionistas privados, sino para hacer de este país un lugar de privilegios y retrocesos (el cambio en la redacción del art. 24 constitucional, por ejemplo). Pero lo más grave, sigue siendo la patraña del combate al narco, las diarias muertes, los más de cien mil muertos que reporta EUA, etc.).

Querría hacer algunas últimas reflexiones sobre este tema a título personal:

1) No basta con la revisión exprés de las propuestas de los candidatos. Tal revisión debe incluir algún conocimiento de la historia que nos precede. Que votar no se vuelva un hecho de coyuntura de cada seis años. Declino ser ciudadana de coyuntura; una ciudadana sexenal –cual la liberal democracia nos dicta–.
2) Yo no sé si como mucha gente supone en las redes –y supone mal, en mi opinión– haya gente que vaya a votar por el menos malo. Si alguna gente está en esta situación, allá ellos, decididamente no es mi caso. Si promuevo el voto razonado es porque mi voto es razonado y, por supuesto, si se diera el caso, podría cambiar de decisión (para sólo decantarme por la anulación porque ni EPN, ni JVM y, mucho menos el señor Quadri se acercan a mi concepción de lo que es gobierno; EPN y Quadri carecen de ideología y, la de JVM me es ajena).
3) No sé por quién vaya a votar la gente. Personalmente, mi invitación es a votar y, particularmente, a ejercer un voto razonado. Entiendo que la opción de ir a la casilla a anular tiene sus ventajas, pero se trata de un grupo tan débil, que esta opción antes de hacer un bien, me parece pueda hacer un mal. No sé. Por otra parte, el anulacionista es, por lo general, del tipo pasota. De acuerdo, anulamos, ¿y luego?, ¿también nos vamos a Huelga General para, verdaderamente, tirar al sistema?, ¿renunciamos a nuestras tarjetas de débito?, ¿o cómo? Me parece pueril pensar –es como una ilusión que nos contamos– que no votando o anulando le hacemos daño al sistema de elecciones.

Finalmente, como en este blog me he permitido manifestar una postura crítica, pero siempre aderezada con algún elemento constructivo (a fin de despistar al enemigo y nada más), dejo este documental a modo de antídoto –o vacuna– contra los archimencionados “niños incómodos”.


*López Obrador, A. M., La mafia nos robó la presidencia, Ed. Grijalbo, México, 2007 (Pág. 224).

4 comentarios:

    Vuelvo a leerte después de tratar varios trasuntos propios y mucho trabajo en cierta zona violenta.

    No hay mucho que comentarte, solo que tu analisis: es de los más completos, sin parcialidades obtusas y ausente de fanatismo.

    Gracias por la información, espero poder mostrar esto al mayor número de personas y lograr algo diferente en estas fechas.

    Saludos amiga blogger.

     

    Hola fre, muchas gracias por tu comentario.

    Ojalá el lugar que citas sea menos convulso que el que imagino; cuídate allí donde andes.

    ¡Saludos!

     
    On 10 de mayo de 2012, 7:38 Anónimo dijo...

    No te entiendo, si en el 2006, que AMLO estaba empatado con Calderon en las encuestas, perdio. Como le va a hacer ahora?

    Incluso, aunque fuera de puntero en las encuestas, que nos asegura que no habra fraude?

    A como yo lo veo, la democracia esta secuestrada y votar no es mas que validar los fraudes de cada sexenio.

     

    Estoy de acuerdo contigo, como lo he expresado en otras entradas aquí en el blog. Sin embargo, conocidos los métodos corporativistas de algunos de los partidos –PRI, por ejemplo–, hay la certeza de que, en sí, habrá votantes y, ergo, ciudadanos que habrán de validar y convalidar el proceso. Eso que tú mencionas, sabotear al IFE, sería el idóneo, pero tendría que ser en acto masivo. Se precisa de unidad popular para revertir el estado de cosas; y, en parte por eso, mi voto irá por AMLO. El movimiento obradorista, Regeneración Nacional, concentra al mayor número de personas unidas en torno a un proyecto político articulado en este país.

    Saludos.

     

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