ABSOLUTOS LOCALES (sempitema)


ADVERTENCIA: Recomiendo saltarse directo al inciso III.


I

"La desdicha está en todas partes; ahí, detrás de la puerta; o la estupidez, que es peor."
Virginia Woolf

Una reflexión se me antoja como un lamento, por la imposibilidad de cesar el dolor en el mundo, los diversos sistemas de opresión que el propio humano ha construido en diferentes períodos históricos para  autoinmolarse él mismo. Y, finalmente, atrevernos después a declarar que la culpa la tiene el otro y querer reducir todo a un tema de neuronas cuando, en cualquier caso (o, a lo sumo), sería un tema no de carencia, sino de desdén por la razón. No en un modo kantiano, de una legalidad universal dictada por una inteligencia inaprehensible o entelequia, sino por la necesidad misma que la vida vaya proclamando para sí. La razón científica (cierta razón científica), los paradigmas cuánticos válidos a microescalas, al parecer, niéganse a afirmar la existencia de un propósito intrínseco a la existencia, porque ello podría implicar la existencia de algún telos, de un trascendente al modo metafísico. Yo digo que la cosa es más tranquila: el propósito es inmanente, de orden físico: visible, cuantificable, útil a la razón práctica, al sentido común: la vida.

Incluso la muerte y el dolor y las autoinmolaciones actúan en pro de ella, como necesidad, ciclo, continuidad y también su negación (los años que nos son dados para vivir). No sé.

Somos estas criaturas con conciencia (horror y encanto).

II

Aunque estemos sujetos a la necesidad esencialmente, me gusta pensar que hay un ámbito de acción local en donde el sujeto goza de libertad enteramente, en donde la necesidad no es otra cosa que libertad.

Por eso me gusta consolarme con una sola idea por infinito tiempo; con una melodía, un cuadro, un texto. Más que una actitud ritual o de desencantamiento, es un gesto de supervivencia.

La anhedonia en el extremo del hedonismo. La pérdida de la libertad.

III

En este blog estamos en contra de las reforma laboral prianista. Enérgico repudio a la maltrecha visión de estos neoliberales que no satisfechos con devorarse al mercado quieren cercar, y cercar, y acorralar, y ahorcar al trabajador. ¿Cómo puede encontrar solaz una persona que necesita trabajar una semana para comprarse un libro caro de El Péndulo? Es insostenible ya esto. Envío dos enlaces: ENLACE 1 y ENLACE 2.

Un tuit afuncional y allí le dejo

Toda afectación de grandilocuencia es un modo de penetrar en el mundo.

La sencillez —su versión minimal— es su máximo grado de sofisticación. Es la grandilocuencia del que entiende.


Las listo sin mucho orden pero las divido por temas (también estoy comentando sobre tweets de hoy de Noroña, véanse aquí)

TEMA I. Primero, comentarios que complementan o coinciden con lo dicho por F. Noroña:

1) Es acertada su crítica sobre la indefinición en objetivos y métodos en el plan de resistencia propuesto por AMLO.

2) Sin duda, el primer propósito de dicha resistencia es desobedecer al mandato por el cual se intenta imponer a EPN como presidente legítimo de este país (si hubiésemos sido ligeramente más pesimistas, el primer mandato a desacatar en tanto sociedad organizada bastante más que como individuos marginales habría sido el del sufragio efectivo. No se hizo y estuvo bien que no se hiciera. Ya no hay cómo argumentar que la gente de la izquierda mexicana aglutinada en Regeneración Nacional sea esta gente bárbara que por tanto tiempo se pretendió (tampoco generalizo, pero la gente ya muy inadaptada en la izquierda se explica por motivos psicológicos y no ideológicos, a mi ver)).

3) El texto de Thoreau es uno valioso en sus generalidades para la resistencia que se planea aquí (resistir contra la imposición de EPN), pero poco vigente en sus particularidades para nuestros propósitos. Hace falta instrumentar y reescribir una nueva resistencia civil ad hoc a nuestros propósitos y al momento que se vive (a priori no descarto que pueda dar algún resultado).

4) Si se va ir a la vía socialdemócrata debe hacerse, sí, habiéndose demostrado antes el poder del pueblo organizado: el poder de la desobediencia civil (cosa que no se ha logrado hasta ahora). Elocuente: la desobediencia civil como preparatoria al camino electoral o socialdemócrata.

5) Por supuesto, debemos plenamente conservar nuestra voz y visiones sin subordinación a AMLO; la unidad no surge de una masa amorfa atolondrada, sino a partir de los  individuos críticos que la componen.

TEMA II. Ahora, los puntos en los que discrepo:

1) No se busca normalmente la vía de la violencia (no se quiere eso). Pero cuando esa vía es la que opera y se convierte en realidad, raras veces ocurre como resultado de una elección muy orquestada, como por causa de la necesidad histórica: sucede o no sucede (algo con lo que he sido bastante reiterativa por aquí). Ojalá en México nos encontremos todavía en un punto en que no sea necesario acudir a tal recurso (me temo que no me tocará en vida saberlo, pero tiro mi dado: de suceder, tampoco me tocaría testimoniarlo).

2) Por tal, proponer un golpe militar es ya pueril (por ejemplo), como algún tuitero/a proponía.

3) Sin embargo, la insistencia en la vía por parte de la población, sí que es un hecho legítimo; irreflexivo frente a nuestro momento histórico (yo, a diferencia de AMLO, creo que nos hallamos en el cénit del actual sistema de opresión), pero legítimo a fin de cuentas.

4) Personalmente no me pronuncio por esa vía, pero tampoco creo que esté mal conocer de ella. No vaya a ser que así como ahora un grupo oligárquico decide por nosotros, un día se le ocurra al pueblo armar su zafarrancho y entonces le toque ahora a él al pueblo decidir por los demás (la verdad, no creo que vaya a suceder a corto plazo).

5) No todas las experiencias de gobiernos militares latinoamericanos han nacido desde un ímpetu fascista o de derechas; algunos ejemplos: Juan Velasco Alvarado en Perú, Omar Torrijos en Panamá, Hugo Chávez en Venezuela o incluso la revolución cubana con sus hiperpropalados desaciertos.

6) Quizá no es muy bueno hacerme caso ahorita a mí, traigo una fuerte desazón postelectoral, de modo que no siento optimismo frente a la construcción de un nuevo partido, o símil. Mi argumento no tiene tanto qué ver con la erogación de recursos del erario como con la convicción de que la izquierda ha recorrido dicho camino desde ochenta y ocho con siempre un negativo resultado: fraude, burla a la población. Si existe una razón (y es solo una) por que pueda yo conservar alguna convicción o esperanza en ese vía tiene que ver (nada más) con que sé que las dinámicas no son (al menos en apariencia) siempre las mismas y que quizá algún día a algún grupo de mexicanos más obstinados y organizados que los actuales, le toque presenciar el triunfo de su revolución (pienso en una sola conjunción de vocablos: revolución ideológica).  

Estoy comenzando a creer que es hora que AMLO ceda la estafeta a un relevo digno y creo que, al momento, ese podría ser Gerardo Fernández Noroña (o juntar las luchas).

También celebro que AMLO se haya por fin desligado de los partidos de la izquierda tradicionales (esto era superprevisible).


En horas se conmemora el golpe militar contra Salvador Allende; aquí, su último discurso de la mañana del 11-S de 73 en Palacio de la Moneda.

Los poetas mienten mucho (leyéndote)


TEMA: Melódie de Orfeo y Eurídice
AUTOR: [Gluck | Sgambati]
INTERPRETA: Yuja Wang


EL ORIGEN DE LA POESÍA.  —Los aficionados a lo fantástico en el hombre, que al par representan la doctrina de la moral instintiva, discurren de esta suerte: "Suponiendo que se haya venerado siempre lo que era útil, como suprema divinidad, ¿de dónde pudo venir la poesía, esa forma de rimar el discurso que, lejos de ayudar a hacerle más inteligible, disminuye su claridad y que a pesar de esto, siendo una burla a toda consideración de utilidad, vemos germinar por todas partes sobre la tierra? ¡La hermosa y salvaje sinrazón os refuta, utilitarios! Precisamente el deseo de librarse siquiera una vez de la utilidad es lo que ha elevado al hombre y le ha inspirado la moral y el arte." Pues bien, en este caso particular tengo que hablar en pro de los utilitarios — ¡tienen razón tan pocas veces!

Fue la utilidad, una utilidad muy grande, lo que se tuvo presente en los antiguos tiempos en que nació la poesía. Se dejó entrar el ritmo en el discurso como fuerza que ordena de nuevo los átomos todos de la frase, que obliga a elegir las palabras y que ilumina con nuevos colores el pensamiento, tornándole más obscuro, más extraño y lejano: la utilidad de esto era en verdad una utilidad supersticiosa. Se quiso grabar los deseos humanos en el espíritu de los dioses por medio del ritmo, cuando se advirtió que el hombre conserva mejor en la memoria el verso que la frase en prosa; por medio de la cadencia rítmica se pensaba que se conseguiría hacerse oír a mayores distancias; la oración rítmica parecía acercarse más a los oídos de los dioses. Pero ante todo, se quiso sacar partido de la subyugación que la música ejerce sobre el hombre; el ritmo es una coacción, engendra un irresistible deseo de ceder, de ponerse al diapasón. No sólo los pasos que dan los pies, sino los del alma siguen el compás, y los hombres discurrían que lo mismo debía suceder en el alma de los dioses. Se trató de obligarles con el ritmo y de ejercer coacción sobre ellos; se les echó, como un lazo mágico, la poesía. Los pitagóricos consideraban la poesía como una enseñanza filosófica y un procedimiento educativo; pero antes hubo filósofos que atribuyeron a la música el poder de descargar las pasiones, de suavizar el alma, de dulcificar la ferocia animi, precisamente por lo que de rítmica tiene la música. Cuando se perdían la tensión precisa y la armonía del alma era preciso ponerse a bailar; tal fue la receta de aquella terapéutica. Con ella apaciguó Termandro un motín, Empédocles amansó un loco furioso y Damón serenó a un mancebo que se moría de amor. Con ella también se ponía en cura a los feroces dioses, sedientos de venganza. Primeramente, se hizo excitando el delirio y la extravagancia de sus pasiones hasta que llegaran al colmo, volviendo frenético al iracundo, ebrio de venganza al que tenía sed de ella. Todos los cultos orgíacos pretenden descargar de una vez la ferocidad del dios, condensada en una orgía, para que después se quede libre y sereno y deje en paz al hombre. Melos significa, según su raíz, un medio de apaciguar, no porque el canto sea dulce de suyo, sino porque sus efectos ulteriores engendran dulzura. Se creía que no sólo en los cánticos religiosos, sino también en los cantos profanos de los más remotos tiempos, el ritmo tenía cierto poder mágico, por ejemplo, cuando se sacaba agua o cuando se remaba. El canto es un hechizo sobre los demonios, a quienes mueve, tornándoles serviciales y convirtiéndoles en esclavos e instrumentos del hombre. En cuanto se pone mano en algo, hay ya motivo para cantar; todo acto requiere el auxilio de los espíritus. Las fórmulas mágicas y los encantamientos parecen haber sido las primitivas formas de la poesía. Cuando se empleaba el verso para un oráculo —y los griegos decían que el hexámetro había sido inventado en Delfos— el ritmo era también un medio de coacción. Hacer que le profetizasen a uno lo porvenir, significó primitivamente (según la más verosímil etimología de la palabra griega): ver que le otorgasen algo determinado al que solicitaba el oráculo. Se creía sujetar lo futuro, ganando a Apolo para su causa, puesto que, según las representaciones antiguas, era aquella deidad bastante más que un dios que predice lo porvenir. Bien mirado todo, ¿qué cosa hubo más útil para el hombre antiguo supersticioso que el ritmo? Mediante él se podía conseguir todo: acelerar mágicamente cualquier trabajo; obligar a un dios a aparecerse, a estar presente, a escuchar, a disponer de lo futuro a voluntad, descargarse el alma del exceso de algún afecto (el miedo, la manía, la compasión, la venganza), y no sólo el alma de cada uno, sino también la del más perverso demonio. Sin el verso no se era nada, con el verso se volvía el hombre casi un dios. Un sentimiento tan hondo no puede ser desarraigado por completo, y aun hoy, después de un trabajo de miles de años para destruir aquella superstición, al más sensato de los hombres lo enloquece en ocasiones el ritmo, aunque no sea más que haciéndole creer que una idea es más verdadera cuando se reviste de la forma métrica y camina con divina cadencia. ¿No es cosa chistosa que los filósofos más graves, a pesar de toda la seriedad con que manejan la certeza, invoquen todavía sentencias de los poetas para dar fuerza y autenticidad a sus ideas, sin ver que es mucho más peligroso para una idea que la aprueben los poetas que no que la contradigan? Homero lo dijo: los poetas mienten mucho.   

EL GAY SABER, Friedrich Nietzsche.

El arte y la originalidad


Cuando al artista se le revele que su arte es otra forma de conocimiento y representación del mundo y que éste pueda servir al hombre para desmitificarlo  —o sacralizarlo, según se le antoje— tendrá menos problemas con la cuestión de la originalidad (singularidad) de la obra de arte y con la carga moral que quieren algunos imprimir sobre el acto de copiar sin cita, de hacer pasar por propio algo ajeno. (ESCOLIO: Si el arte es algo más que conocimiento y representación no veo por qué lo fuera más que otros quehaceres intelectuales o porqué pudiera haber algo intrínsecamente noble a este quehacer frente a otros. La tendencia al conocimiento y representaciones es lo universal al hombre; ¿el método? consustancial a dos hechos: 1) Las posibilidades de conocer del hombre, de explicarse los fenómenos (a las emociones, por cuanto subjetivas, les damos preeminencia, pero el hombre nunca ha cejado en la tarea de verterse sobre lo objetivo tampoco; gracias a ello, por ejemplo, es que existen mecanismos de exploración del espacio) 2) El gusto de la época).

Hacer pasar por propio algo ajeno es hacer pasar por propio algo ajeno aquí o en China. Solamente que (y ésta sí es una gran y maravillosa excusa) el ámbito del arte es la invención, la fantasía. Y queda muy difícil determinar cuándo un artista copia para renovar o reconstruir, o cuándo copia con intencionalidad, esto es, porque quiere que se le atribuya suyo algo que, de suyo, no lo es.

En lo personal, prefiero que quede esa, digamos fuga, intersticio espacio, por donde pueden colarse los deshonestos, con tal que el arte florezca, la invención humana, la posibilidad de crear y recrear nuevas formas, nuevos modos de pensamiento, de refrescarnos, y no que, por taparla, la invención se esclerotice (qué bueno —me digo— que yo no soy artista y qué bueno que en los quehaceres humanos de mi interés (lo formal) quede muy claro que el recurso a las ideas de los otros (extenderlas, magnificarlas, etcétera), no sólo es deseable sino necesario; por otra parte, llegan a ser tan claros, tan transgresores o revolucionarios ciertos aportes que casi siempre se sabe cuándo alguien está haciendo alusión a ellos, aun sin ser explícito).

Los lindes entre la honestidad y deshonestidad humanos han sido siempre cosa difícil de determinar dentro del arte o fuera de él. Ojalá quienes copien sin citar por el mero afán de notoriedad instantánea (o por la defensa de cotos de poder), lo aclararan, pero la verdad es que es tan intrascendente su propósito (la notoriedad y la defensa), que da igual si lo hacen o no y que, finalmente, si no lo hacen y llevan implícito un mensaje nuevo, fresco (de otro), hacia los otros, entonces tiene algo de ganancia la cosa (socializar el conocimiento y todo este asunto). Por otra parte —y con esto finalizo— nunca he creído en algo como la "singularidad"; creo más bien que los humanos nos parecemos demasiado, que no es raro que multitud de personas en distintos puntos en simultáneo lleguemos a aseveraciones similares y que esto es tan común que, por ejemplo, en el ámbito científico se acostumbre y se tengan criterios bien claros y establecidos para publicación de novedades y de descubrimientos, es decir, el instrumento paper (consúltese la evolución del cálculo infinitesimal y el archiconocido hecho de la invención de la herramienta por parte de Leibniz y Newton en momentos paralelos).

Tenía tiempo que quería opinar sobre el caso Alatriste y yo creo que, con esta entrada, satisfago en cierta medida dicho propósito, si bien claramente, hay aspectos a que no aludo porque, en fin, me parecen ya muy manidos, no tendría yo gran cosa qué decir. El asunto sucedió hace varios meses, pero ahora que ocurrió el vericueto con Poniatowska no pude evitar regresar a la idea de la honestidad (una a la que circularmente se regresa de cuando en cuando).

Convencida, como estoy, que el ego enfermo del hombre de la postmodernidad es uno de sus grandes lastres, entonces no es de extrañar que éste acuda a consolarse y palíe un poco su mal, pensando o concibiéndose como una criatura singular en oposición a una universal (que no única, porque únicos sí somos todos) y que olvide a ratos cuánto de las obras y hechos universales hemos aprendido y nutrido todos (pienso que en la idea de singularidad de nuestro tiempo recae la universalidad de éste: todos al mismo tiempo nos pensamos singulares: eso compartimos y nos hace comunes). Desde luego, la homogeneización que hace del individuo la masificación cultural del modo de producción capitalista y sus instrumentos es fermento inagotable para la imposibilidad que señalo (la singularidad), amén de que per se, la singularidad es, más bien, singular, escasa o, en todo caso, más habitual, común o propicia en ciertos momentos que en otros (o a ciertas personas que a otras).

Queda pendiente la discusión de si en el capitalismo es aún posible lo universal (yo digo que sí) y cuál es la diferencia entre universalidad y uniformidad (a esta última la tomo aquí como sinónimo de homogeneidad). ADELANTO: La defensa de la universalidad debería de tomarse como imperativo ético. AVISO: Mi actual leit-motiv (el arte).

Aquí termino.

Una cita de Jim Jarmusch que un día encontré navegando por la Web (aquí).

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